domingo, 21 de marzo de 2010

El rumbo de la vida

Me imagino mi vida guiada por un barco pirata de los de antaño. Una calavera, quizá. Que se dejaba guiar por el viento y las corrientes, aunque de vez en cuando es ayudado por una serie de remos para cambiar de rumbo. Un barco que se orienta por las estrellas, ya que de noche se toman las decisiones más acertadas. 

Mi barco ha embarrancado, y lo abandono. Cambio de barco. Cambio de rumbo No sé si será la decisión más acertada, pero quiero descubrir nuevos mundos. Nuevas rutas hacia esa felicidad que tengo, pero a la que quiero llegar por un camino diferente. Supongo que de un barco al otro, tengo que ir en una barca a remos, necesito hacer el efuerzo físico y mental que supone el cambio, y así, mientras tanto, lanzar por la borda todo aquello que me ha hecho sufrir. Durante el trayecto, necesitaré pescar esos buenos momentos que me llenen de fuerza para seguir adelante. 

Por la noche serán las estrellas las que me guíen. De día, para no desviarme en el camino, necesitaré la ayuda de alguna brújula que impida que me pierda, que me desvíe en mi ruta. En algún momento de mi viaje interior, me encontraré obstáculos que esquivar, icebergs que pueden hacerme fracasar en mi intento si choco con ellos. Si me hundo, quizá reciba ese salvavidas que me saque a flote, que me hará reaccionar y luchar para vivir y recorrer a nado el resto del camino hasta el nuevo barco.

De momento mi barco ha embarrancado. Antes de abandonarlo lo recorreré, exploraré cada rincón, para grabar en mi memoria los viajes que en él realicé.


miércoles, 17 de marzo de 2010

A dos centímetros

Dos centímetros, quizás algo menos. Esa fue la distancia que nos separó. Notabamos la respiración del otro, el calor que emanaba de nuestros cuerpos, nuestros olores corporales. Todo era perfecto, el silencio que nos rodeaba. No había ningún alma vagando por las calles. En ese momento el mundo era nuestro. Nadie nos robará ese momento, ese recuerdo. Nadie. Me habría gustado que alguien hubiera vaciado el espacio de esos dos centímetros que nos separaban, que se eliminara esa barrera que nos distanció. Pero allí permanecían impasibles esos dos centímetros acosadores, acusadores. Finalmente esos dos centímetros, se convirtieron en tres, cuatro, cinco,... no dejó de aumentar el número de centímetros que había entre los dos.
Mientras tanto, mis lágrimas descendieron por mi cara dos centímetros, tres, cuatro,... emulando la distancia que nos separó.