viernes, 14 de febrero de 2014

Volar o encerrarse.

Empecé a escribir esta entrada con serenidad, pero a medida que entrábamos en este día que es especial para mucha gente me he ido hundiendo. No sé cómo acabará esto. Sólo quiero desahogarme otra vez. Llorar otra vez. Pero me siento mal porque ha pasado muy poco tiempo desde la última vez; y eso quiere decir que no se curaron las heridas por completo y se ha abierto la brecha. 

A veces es más fácil ver las cosas desde fuera, porque así no se pierde objetividad. Una historia similar a la mía me hace abrir los ojos. ¿Seguir abriendolos o cerrarlos del todo? 

(Borrador de una historia escrita el 14 de febrero de 2014. Lo publico tal y como lo escribí, sin recordar cómo lo habría acabado en su momento). 

jueves, 6 de febrero de 2014

Lágrimas desconsoladas

Debe ser eso. Mi querida depresión ha venido a verme. Para que vuelva a hacer lo que suelo hacer de vez en cuando. Para que me aísle del mundo que me rodea. Para que me aguante las ganas de llorar consiguiendo que me ahogue con el nudo en la garganta que crece con las horas. Para que me calle. Para que tú pienses que me he enfadado contigo. Para que me lea entradas que escribí hace años y recuerde los malos ratos que pasé, y los buenos, aunque todos cargados de lágrimas. Lágrimas que salen ahora cuando estoy sola, porque así lo he querido yo. Porque no quiero que me veas llorar. Porque no quiero que me consueles. Porque no quiero que te sientas mal por mi. Simplemente necesito llorar. Llorar y escribir. Y espero que estés conmigo en los buenos momentos. Como siempre. Pero este momento es mío. Es mi frustración, mi malestar. No quiero contagiarte. 

He vuelto a tener miedo. Miedo a equivocarme, a perderte, a hacerte daño, a sufrir. Tengo miedo de que me necesites y no pueda ayudarte. Miedo a que no me necesites. Miedo de tomar la decisión inadecuada. Lo reconozco: soy cobarde. 

Y leo cada entrada que escribí y me doy cuenta de lo que perdí. Y lo que gané. Me comentan lo fuerte que soy, que si estoy hecha de otra pasta. No es así. Yo sigo con mi sonrisa de papel intentando que tú no pierdas la tuya. Porque me importas. 

Y no puedo dejar de llorar mientras escribo porque mi garganta tiene muchos nudos que hay que deshacer. Está llena de lágrimas pendientes de otros días. Está llena de palabras a medio salir. Está llena de horas de soledad. Llena de frustraciones. 

Suelo llenar mi garganta poco a poco, de una forma más o menos constante. Hasta que rebosa. Es entonces cuando digo que me siento autista. Me aíslo. Te evito. No te hablo. Aunque en mi interior me gustaría contarte todo lo que me está pasando por la cabeza en ese momento, mi timidez me separa todavía más de ti. Huyo de ti. Quiero que me dejes tranquila. Pero también te necesito a mi lado. Es mi parte infantil, que no quiero borrar de mi cabeza. 

Estos meses atrás me vienen a la cabeza situaciones de diferentes etapas de mi vida, tanto buenas como malas. Cosas que creía olvidadas pero que ahí están. Seguro que influyeron de alguna manera en mi desarrollo. Igual algún día las cuente, hoy no toca.

Ya no me quedan lágrimas por sacar (cosas del ojo seco). Mañana sacaré mi sonrisa de papel y pondré el contador otra vez a cero. Mañana desaparecerán temporalmente mis miedos. Mañana volveré a bromear contigo como hacemos siempre. Y te reirás conmigo y yo contigo. Un día tras otro. Hasta la próxima saturación de lágrimas. Ahora se llena más despacio. Eso es un hecho. 

Hoy sentía cómo mi identidad se desvanecía por momentos. Cómo cambiaba una y otra vez. Ahora soy fuerte, ahora débil, ahora me he anulado por completo. Y no aguanté más. Y leí frases hermosas que no me apetecían leer y entristecieron más. Y necesitaba este momento de desahogo íntimo. Y necesitaba escapar de ti para dejarte fuerte, tal y como eres tú. Porque no quiero que estés  mi nivel. Si empequeñezco demasiado, estarás ahí fuerte para tenderme una mano. Si me hago fuerte te ayudaré a subir un nivel. Pero no bajes. No te hundas conmigo. 

Ahora me siento bien.