martes, 13 de septiembre de 2016

Tu decisión

Finalmente has decidido no meterme en tu vida. Soy de esas personas que te incordiaban. Y me lo dijiste muchas veces, pero ya sabes: la gente no cambia. Si a ti no te gusta cómo soy no puedes hacer nada para cambiarme, ni yo puedo hacer nada para que te guste yo. Cualquier cambio es una máscara temporal. Y yo contigo nunca me puse máscaras. Siempre te dije la verdad, aunque fuera en mi contra. Lo sabes. Siempre te dije lo que me gustaba de ti y lo que no (aunque finalmente acababa aceptándolo). Como cuando me enteré hace meses de que tus chistes en facebook eran tuits. Luego lo valoré y cuando quería ver una recopilación te leía. Ya te dije que me decepcionó que tus textos donde abrías el alma fuera una recopilación de tuits. Realmente me dolió, porque algo que pensaba que era auténtico, que me llegaba al alma, me dejaba sin palabras, sin aliento, y me emocionaba finalmente no era original tuyo (aunque seguro que estabas de acuerdo con esas frases). 

Tú ya lo sabes: me importas. Y me importas desde que te conozco. Respeto tu opción de sacarme de tu vida. 

Voy a hacerte un regalo. El que más me duele. Voy a regalarte la libertad que a veces anhelas en mí. No te voy a incordiar más. No te mandaré ningún mensaje privado. No te llamaré (aunque tampoco lo hacíamos desde hace mucho tiempo; me duele no recordar tu voz). Eso no significa que no me preocupe por ti, ni te eche de menos ni que no desee que las cosas te vayan bien. Ni mucho menos. Quiero respetar tu decisión; y si es que desaparezca, pues lo haré. No volveré a tomar la iniciativa de hablar contigo. Y me dolerá mucho, la verdad. 

Contigo las reacciones que tengo son siempre viscerales: amor, enfado, alegría... Nunca son reacciones racionales; ni siquiera es racional este mensaje. Y realmente alguien que ocupa tus sentimientos (buenos o malos) es difícil de olvidar.

No sé si nos veremos por ahí algún día. Quién sabe si seguiremos con la telepatía. Lo que sé es que me seguirás importando mucho tiempo. Aunque no te lo diga. Aunque no nos hablemos. Tampoco te diré si alguna vez dejas de importarme. Yo seguiré peleando con mis demonios. 

Ni siquiera sé si leerás este mensaje

Feliz vida.

Años después, ya te olvidé.

Caos

Miles de palabras escritas y borradas casi simultáneamente. Todas quieren salir en una explosión improvisada. Pero son caóticas, por eso desaparecen. 

Necesito soltar esas palabras. Y escribo y borro una y otra vez. No entiendo este estado de confusión mental. Y sigo escribiendo y borrando. Pero me he propuesto dejar de hacerlo al menos momentáneamente. Dejar de borrar. Porque el caos que me define en estos momentos no sería tal si pudiera ordenar mis palabras.

Decidir qué borro y qué mantengo es censurar mi mente. No quiero tapar mis errores (salvo los ortográficos que voy corrigiendo mientras escribo). Y no sé lo que me pasa. Estaré cansada. Será eso. Y, y.. y... Y me repito porque no śe escribir sin pensar. A lo mejor lo que no sé es no borrar. No sé qué quiero. No sé qué busco. Pero igual lo que sé es lo que no quiero. 

¿Cómo se escribe un grito? ¿Cómo se escribe un susurro?