domingo, 8 de agosto de 2010

Egoismo

Se sentía la persona más egoísta del mundo. Tenía la sensación de que la decisión que tomara sería errónea e interesada. Se imaginó su corazón como un puzzle desmenuzado en cientos de piezas, aunque en ellas se intuían los principales motivos del dibujo. La razón esta vez estaba muy confundida y no entendía siquiera qué tenía que hacer, cuál era la pregunta a la que responder. 

Ella deseaba que viniera, porque quería verlo. Porque quería estar con él. Al mismo tiempo no quería que se le acercara: porque querría verlo, porque querría estar con él. Miedo. Miedo era lo que sentía en cualquiera de los dos casos. Miedo a ganar, a perder, a equivocarse e incluso a acertar.

Cuando se miraba desde fuera pensando en los pros y los contras, se sentía otra vez egoísta, puesto que se veía pensando en ella misma, en si le perjudicaría la decisión que tomara. Y ciertamente, se sintió culpable de no poder contar con la opinión de nadie más, ya que pensaba que esto afectaría al engranaje final de todas las piezas del puzzle. Intuía dolor, humillación, traición.

El futuro era incierto. El tiempo se le acababa. Su decisión egoísta se acercaba. Eso la asustaba mucho. ¿Cómo evitar hacer daño a aquellas personas que más quería? ¿Cómo dejaría ella de sufrir? Se imaginaba sola para no perjudicar a nadie más en su vida, tras causar el enorme desastre. Quizás lo mejor sería que ella fuera quien soportara este dolor para siempre.

Ella seguía pensando "Soy una egoísta". 

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