viernes, 19 de diciembre de 2014

Sin alma

Esta mujer es una luchadora. Podría pasar por momentos delicados en su vida.Y aun así sigue peleando. La considero una hechicera india, sabia, tranquila y guerrera.

Y me ha dicho que tengo que matar mi alma, llegar al punto en el que no me importe nada ni nadie. En ese momento será cuando empiece a emerger. No quedará otro camino que subir.

Y me pregunto cómo se mata un alma. Si lo hiero poco a poco me iré hundiendo, me deprimiré,... bueno, ya lo estoy. Hay que hacerlo rápidamente. Sin dudarlo. Así no me echaré atrás e intentaré curarla.

Tengo que matarla. Vivir sin alma un tiempo, sin sentimientos. Y quién sabe si algún día un alma nueva adoptará a esta mujer de hielo.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Tan grande, tan lejos.

Fue tan grande amarte y sentirme amada con la misma intensidad que te amé yo.  Fue tan intenso. 

Nunca pensé que podría volverme a enamorar con 40 años. Pensé que era cosas de adolescentes, pues desde los 20 años más o menos no sentí nada igual por ningún otro hombre. Me convencí que el amor era producto de las hormonas. Algo químico. Pero no.

Me enamoré perdidamente de ti. Desde que te conocí. Tú eras, mejor dicho, eres, el hombre de mi vida. El que me dio la esperanza de luchar por una vida mejor. Una vida de ilusiones. 

Mi cielo. Mi vida. ¿Cuántos corazones me mandaste? ¿Cuántos te mandé? Muchos. Un año de amor, de los cuales 8 meses fueron correspondidos. Te hicieron fuerte.

Esperé. Esperé a tu liberación. Esperé. Y me até mientras te esperaba. Y te perdí. Porque has encontrado el que parece ser el amor de tu vida. Ese que te hace feliz. Y no era yo. 

Me dueles. Me dueles mucho. Te lloro tanto. Te amo tanto. ¿Cuándo dejaré de amarte? Creo que nunca. 

Me faltó que me amaras, que me acariciaras, que me enseñaras qué es hacer el amor. 

Tantas confidencias. 

Finalmente me contaste que ibas a pasar el día con el amor de tu vida, con tu novia. Me acabas de decir que nunca le has ofrecido tu amor a nadie, tan fríamente que no puedo dejar de llorar. 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Aires de libertad



Hueles a Libertad. Así, en mayúsculas. Porque vas a conseguir algo que anhelabas hace mucho tiempo. Vas a recuperar el control de tu vida. Vas a sonreír siempre que quieras. Vas a decir lo que quieras y cuando quieras. Vas a viajar cuando quieras. Te vas a remolonear cuando te apetezca. Porque sí. Porque vas a ser tú. 

Podrás elegir con quién quieres estar, con quién quieres hablar, quedar, tomarte una cerveza, sin soportar las malas caras. Sin tener esa tensión por evitar la mala cara. 

Y me alegro mucho por ello. Y lo sabes. Esta situación me hace plantearme esta relación de otra manera. Con miedo, pero con esperanza. Miedo de perderte. Esperanza de conquistarte. No debo temer que dejes de estar a mi lado, porque ahora que serás libre podrás pensar con claridad. Lo mismo que yo. Si quieres estar conmigo lo estarás. En caso contrario, te respetaré y continuaré amándote en silencio, a lo lejos, hasta que se me olvide amarte. 

¡Cómo me gusta tu nuevo olor a Libertad! 

domingo, 9 de noviembre de 2014

Cristales rotos





Podría ser el momento de empezar a andar por cristales rotos hasta desangrar completamente. Los primeros pasos serán los más dolorosos, los más lentos; los que me harán parar e incluso plantearme si retroceder. Los que más miedo me darán.

Pero a medida que se me claven los cristales, que se me abran nuevas heridas, me olvidaré de las otras heridas, las del alma. Muchas veces me he preguntado: ¿qué dolerá más, el alma o el cuerpo?

Sangraré. Me desangraré dejando señales de mi paso por esa vida. A medida que avance habrá cada vez más gotas del rojo carmesí. Más densas. Habrá más heridas, más profundas, y más sangrantes. El dolor físico conseguirá que me olvide del dolor del alma. ¿Cuánto tardaré en olvidar? ¿Cuánta sangre habré perdido?

Seguiré andando, cada vez más rápido, sabiendo que no podré olvidar, de que no podré parar de andar, de que me desangraré. Perderé fuerzas mientras avance yo, pues no se parará la hemorragia. Se debilitará mi cuerpo. No liberaré la mente.

Continuaré caminando, con el convencimiento de que no lo olvidaré, de que moriré.

¿Lo sabrá él?

viernes, 24 de octubre de 2014

Te devuelvo tu corazón



Te di mi corazón limpio y puro para que me lo cuidaras, me lo mimaras, lo mecieras por la noche y lo abrazaras cuando lo necesitaras. 

Tú me dejaste el tuyo. Lo cuidé, lo mimé, lo mecí por las noches. Le canté nanas para que durmieras bien. Lo besaba todo el día, toda la noche. Cuando se sentía herido le curaba las heridas para que cicatrizara adecuadamente. Y creo que lo hice bien, porque te sentiste libre, amado y querido por todos. Y te quise mucho, cielo. Y te quiero. No lo olvides. 

Pero mi corazón está herido. Me duele. Me dueles. Porque cuando me hablas me vuelvo pletórica, me animas, me dan ganas de pelear por ti. Pero muchas veces me haces sufrir. No me tratas bien, me dices que me aleje, que no te hable, que desaparezca. Y eso consigue que note como en la lejanía me estás rompiendo el corazón. Se llena de heridas que no cicatrizan bien. E intento alejarme, pero no puedo. No puedo porque sé que te hieren, y tengo la imperiosa necesidad de cuidarte, curarte, quizás protegerte del mal que te acecha. 

Te devuelvo tu corazón. Como podrás observar ha crecido, ha sanado. Te hace libre. Lo he cuidado mejor que a nadie de mi entorno. Sabes que siempre he estado, quizá por eso de vez en cuando me tratas mal. Porque sabes que no me alejaré. ¿Es acaso una prueba?

Pero me sigues doliendo. Ofreces tu corazón a cuantas mujeres te lo piden. Eres así. Es un juego. Pero ya no quieres jugar conmigo. Y tengo que cuidártelo para limpiar las heridas de guerra. 

Pero ya no me mimas. Me destrozas, y con ello, destrozas mi vida, mis ilusiones futuras, mis sueños por vivir. Sé que me quieres porque me lo has dicho. ¿Pero me amas? ¿Te puedes imaginar una vida sin mí? Seguro que sí. Eres un luchador solitario. No como yo, que necesito un apoyo para segur adelante. 

He llorado mucho por ti, por mi, por los dos. No puedo imaginarme una vida sin ti, pero no puedo continuar llorando. Esta incertidumbre que tengo de tus sentimientos hacia mi me hiere. ¿Recuerdas que tienes tú mi corazón? ¿Te darás cuenta de mi dolor tú, que tienes mi corazón? ¿Harás algo para curarlo? Mi respuesta tiende cada vez más al no, a que no harás nada. Una vez libre ya no me necesitas. ¿Qué habrás hecho con él?

Te devuelvo tu corazón, vida mía. Pero no me devuelvas el mío. Sé que está destrozado y por mucho que haga no podré hacer nada para repararlo. Tíralo por ahí. Seré fría. Seré distante. Seré menos yo. Así hasta desaparecer para siempre. 

Tu corazón es tuyo. Mi corazón también. Porque te quiero. Porque te ahelo. Porque te pierdo. 

Una lágrima más. 

domingo, 14 de septiembre de 2014

El día que abusaron de mi



No fui consciente de lo que pasó hasta casi 10 años después, cuando estaba en plena adolescencia. Y de vez en cuando lo recuerdo otra vez. 

Iba a la guardería "Los Patufas". Todo era normal hasta que me pasaron a la clase de los mayores porque era muy lista. Recuerdo que tenía 4 años y que en esa clase al cumplir uno más escuché decir a algún niño que ya tenía 5 años como los demás.

Alguna vez en clase se ausentaba la profesora y venía en su lugar el director. Curiosamente una figura a la que respetar y con la que nos amenazaban si nos portábamos mal. 

Tenía la costumbre de ir al lavabo, que colindaba con la clase y se llevaba a uno de los niños que vigilaran la puerta. Solían abrir los brazos aguantando los marcos de la puerta y con ese gesto pensaban que no podría entrar ningún niño. 

Una vez me eligió a mi, se aseguró que ya tenía cumplidos los 5 años. Me quedé en la puerta, mirando para la clase. Con las manos abiertas en cruz, como me enseñaron los compañeros otras veces, esperando a que acabara de orinar el director. No osaba mirarle, y no lo hice. 

Me llamó. Y fue aquí cuando sucedió. Fui hacia él. Me dijo que abriera la boca y me metiera su miembro. No recuerdo si eyaculó o no en mi boca (mi cerebro infantil no entendía qué pasaba). Creo que no. Luego me preguntó que si quería agua y me incitó a que bebiera. 

No recuerdo más de esa escena. ¿Qué cabrón sería capaz de hacer eso a unos niños? Porque no era yo sola, éramos toda la clase, cada vez que venía el hombre este. 

No sé si los padres supieron algo de lo que ocurría o no. No pude entrar en el colegio (EGB) porque era muy pequeña y tenía que hacer otro curso de guardería. Tanto mi vecino (al que no avanzaron de clase) como yo fuimos a otro centro para hacer el curso. Igual pasó algo. Nunca lo supe ni me atreví a preguntar. De hecho, es la primera vez que cuento esto a alguien. 

¿Qué cabrón fue capaz de destruir la inocencia de unos niños?

sábado, 23 de agosto de 2014

Cuentos de hadas

Dejé de creer en cuentos de hadas cuando me di cuenta de que no pertenecía a ellos, que no había ningún Príncipe Azul que viniera a salvarme y me llevase con él para siempre. Nunca me pasó. Posiblemente porque jamás me sentí una princesa. Pensé que eso de sentirse protegida no iba conmigo, que nadie me tendría que salvar del dragón, ¿para qué acabar con esta criatura tan especial y única? 

Pero ¿y si en realidad existieran los cuentos de hadas? ¿Por qué no? El caso es que sé que no encajo en el papel de Princesa, pero quizás sí en otro. 

Para mi una Princesa es una mujer con muchos vasallos a su disposición, que le conceden todo cuando pida sin rechistar. Una persona poderosa, pero muy débil, porque no sabe hacer nada, o casi nada por sí misma. Siempre he oído la frase aquella que dice que para saber mandar hay que saber obedecer, y una princesa nunca ha estado a las órdenes de nadie. Ni siquiera de sus padres. Suelen ser egoístas, caprichosas, cursis y repelentes. Y tienen el sueño de que un Príncipe Azul las salve de un peligro: un animal mitológico como un dragón, su madrastra que siempre consideran que son las más malas, etc. Finalmente consigue un Príncipe que las salva y se casa con ella. Quién sabe si los supuestos peligros era una manera de concertar un matrimonio. 

El Príncipe es alguien que parece un valeroso caballero, que vaga por los reinos para saber dónde hay una Princesa casadera ante la cual se puede pavonear. Aparentemente suele viajar solo. ¿Por qué no tiene lacayos como la princesa o un séquito de soldados que le acompañen? ¿No los tiene o se mantienen en la distancia para que el susodicho príncipe parezca más valiente de lo que es? ¿Por qué tiene que acabar con la princesa?¿Son siempre guapos? ¿Y qué pasa si es feo, estúpido, borde, o incluso enfermizos? Sigo pensando en que los matrimonios con estos príncipes eran concertados, incluso con la Cenicienta, pues fue el rey el que organizó un baile para que su hijo el príncipe eligiera esposa. 

Pasamos a hablar del personaje con el que más me identifico, especialmente meses atrás. Es la bruja de los cuentos. Se considera que es una persona malvada, aunque no lo veo así. Una bruja es un personaje independiente, generalmente solitario, al que la gente se le acerca para pedir cosas, generalmente pociones mágicas. Son las grandes alquimistas, químicas y botánicas, que son capaces de curar un resfriado, una infección, o un mal de amores. Una bruja ayuda a quien se lo pida. Creo que la mala fama es debido a la ignorancia. ¿Por qué no son tan malos los brujos? Una bruja tiene el control total de su vida. Hace y deshace a su antojo. Si quiere viajar, viaja. Si quiere puede estar en su cabaña. Nunca hablan de amor, pero no es porque no lo sientan ni lo tengan. Es porque casi nadie habla con ella. Sólo su entorno lo conoce. A las brujas no les dan miedo los animales: arañas, lagartos, sapos, ... ¿por qué temer estas criaturas?

Y me voy, que tengo que hacer esa poción mágica que te libere. A ver si esta vez me sale bien. No tengo gato. Igual te está cuidando. 

martes, 19 de agosto de 2014

En silencio



Me miraba en silencio, sin articular palabras. Algo había cambiado, o no, pero se estaba manifestando otra vez. Ya no me explicaba sus cosas. Tampoco lo hacía yo. Era un hecho. Sólo había un tema en común sobre el que hablar: lo mal que lo hacíamos cada uno con la educación del hijo en común. Nada más.

Cuanto menos tiempo juntos mejor. Por las tardes me decía que me fuera por ahí a dar una vuelta sola o con el niño. Prefería llevármelo para evitar que pasaran un mal trago cada uno. Total, si se quedaban solos tampoco le iba a dedicar el tiempo necesario.

Cada vez más separados en la cama, cada uno en una esquina, y lo más alejado posible. Cada vez menos tiempo juntos, porque yo me acostaba lo más tarde posible, y él se levantaba temprano. 

En la era de las comunicaciones, la nuestra había fallado. Él con su ocio, yo con mis palabras que compartía con otras personas. ¿Para qué hablar con alguien que me responde enfadado o a la defensiva? 

Callo porque no sé expresarme. Y callo, porque no me va a escuchar.

Me duele, porque sé que se acerca el fin de nuestra historia. Y me duele, porque alejaré a un hijo de su padre. Y lloraré. Y mucho. 

Con las dudas del futuro incierto camino cada día en silencio. ¿Aguanto así el resto de mi vida? ¿Me voy e intento ser feliz? 

Y me anudo un poco más la garganta. Un nudo más. Una lágrima más en la reserva. Hasta la próxima vez que me de por sacarlas todas a la vez. 

Lloraré a escondidas, como siempre. Lloraré en silencio.


lunes, 28 de julio de 2014

Meditando



Porque a veces hay que saber qué es lo que uno quiere en la vida. Cada cierto tiempo hay que tomar una decisión. Un cambio de rumbo. Algo que trastocará el futuro preconcebido. Hay que tomar decisiones siempre. Nos guste o no. 

Mi meditación entra en saber qué será de mi futuro personal. ¿Con quién quiero estar? ¿Quiero esta vida estable? ¿Quiero una aventura? ¿Quiero tener un futuro incierto? 

Nunca sabré si la decisión que tome será la correcta o no. Jamás llegaré a saber el daño que pueda ocasionar a las personas que me rodean, ni siquiera el propio. 

Pero tengo que lanzarme y dejar de sentir miedo por el qué pasará, o cómo afectará eso a la otra parte. Porque podría ser que fuera la mejor decisión para las terceras personas, aunque la tomara yo unilateralmente. 

Hasta que tome la decisión, seguiré meditando. 

Buenas noches. 


miércoles, 9 de julio de 2014

Alma rota

Estoy ahí, con el alma rota y el corazón hecho pedazos. Estoy aquí, aunque sin tu aliento. Estuve. Estoy. ¿Hasta cuándo?

Porque me tienes desconcertada. Porque no sé si me quieres, o me ignoras, o todo lo contrario. Cuando pienso que pasas de mi, me llamas cielo. Cuando creo que me echas de menos, me pides que te deje tranquilo. Y así una y otra vez. Un día tras otro. 

Me siento perdida. Me hundo, porque no sé si me quieres, pero sé que me quisiste hasta la saciedad. Me llamabas, me mandabas mensajes, me dabas los buenos días y las buenas noches. Todos los días. Absolutamente todos. 

Y te echo de menos, porque esos días ya no existen. No sé si ya no me quieres, quiero creer que sí, que me sigues amando. Aunque nunca me dijiste que no me amaras. Es cierto que una vez me dijiste que te dejara. ¿Que te dejara tranquilo? ¿Que dejara la relación? Nunca supe a qué te referías. O si eras tú en ese momento el que me dejaba. 

PD. Publico esta entrada que tenía en borradores para intentar liberar mi alma. O matarla, Lo que antes acontezca. 

jueves, 12 de junio de 2014

Cerrando twitter, abriendo el alma.



Me voy. Me alejo de twitter. Me voy para buscarme, para encontrarme. Para saber por qué tengo la mirada triste, el alma rota y el corazón destrozado. 



He reído. Con tus historias, tus anécdotas, tus chistes malos (a veces tan malos que no me atrevería a repetirlos). Y he reído hasta llorar. Y he sufrido.


He sufrido. Con tus problemas. Con los míos. Por no poder hacer nada y somatizarlos hasta el punto de no poderme quitar ese nudo en la garganta que cada vez se hacía más difícil de desatar. Y he llorado.


He llorado. Por ti. Por mi. Por todos. Por rabia, por celos, por mis manías, por las tuyas, por esa pérdida de libertad. Por la incomprensión. Por Amor. Sí. Porque me he enamorado. 

Me enamoré hasta las trancas. De ti, de tus manías, de tus risas, de tu voz, de tu mirada, de tus enfados, de tus frases para enamorar de tus confidencias, de saber escuchar mis problemas y ayudarme a resolverlos. Me enamoré de esa tranquilidad que me transmites cuando escucho tu voz, y la cara de tonta que se me pone. Y no, no me he desenamorado. Todavía te quiero.

Me voy porque ya no sé quién soy. No recuerdo cómo era antes (no antes de conocerte, sino antes de caer en esta espiral de negatividad en la que estoy inmersa). La vida pasa a mi lado y la veo como si fuera una película en la que no participo. Hablan de mi, me dicen cosas, respondo, pero yo no soy yo. He visto fotos mías de estos últimos días y no me reconozco. No soy esa persona que han fotografiado y dicen que soy yo. 

Me voy porque tengo ese nudo en la garganta que no me deja respirar. Porque tengo esos ojos tristes que sólo quieren llorar. Porque tengo un hijo con el que debería disfrutar los pequeños placeres de la vida y no es así. 

Me voy porque sí. Necesito perderme. Necesito encontrarme. Porque estoy hundida. No quiero hundirte conmigo. Ya no sé cómo hacer que no te hundas si yo me estoy ahogando. 

Pero me  voy de twitter temporalmente. Me he propuesto dejarlo durante dos semanas. Volver como pronto a finales de mes. No leeré notificaciones, ni DM ni los mensajes del TL que tanto me han llenado de risas y lágrimas. Necesito pensar en qué quiero en esta vida sin estar conectada 18 horas al día a esta red social.

Si necesitas hablar conmigo llámame. O mándame un mensaje. O un mail. Seguro que sabes cómo localizarme. 

Necesito llorar desconsoladamente hasta quedarme sin lágrimas. Necesito reír con mi hijo. También te necesito a ti, pero fuera de este mundo artificial. 

Echaré de menos los buenos días que buscaba cada mañana, las buenas noches que me dabas, las risas, los problemas, las tonterías. Pero sobretodo te echaré de menos a ti. 

Te echaré de menos porque no me vendrás a buscar. No me llamarás. No me mandarás ningún mensaje. Ni siquiera leerás mi llamada a gritos. Como últimamente. No. No es una represalia. Conozco tu situación, tu posición. Y la respeto, aunque me apriete el nudo que me ahoga. 

Y me duele esta decisión que he tomado, que no sé si será la correcta o no. La vida está llena de errores por cometer. 

Espero volver con la sonrisa en los ojos, como siempre la he tenido. Con las tonterías en mi cabeza, con las risas en mis labios, con el alma entera y el corazón enamorado. Y espero encontrarte cuando vuelva. 

Porque todavía te pienso. No lo olvides. 

Y ahora me voy llorando por mi decisión, que la voy a poner en práctica ahora mismo. 

lunes, 7 de abril de 2014

Dolida




Dolida. Esa es la palabra. Dolida por sentirse traicionada. Por no querer engañar a una tercera persona para su propio beneficio. Por desechar aquella oportunidad. Por perder la otra. Por leer cómo te escribían que era mejor contar con cierto número de personas que uno menor pero que le iban a aportar más beneficio del que podría esperar (que era en realidad mucho más que el beneficio que buscabas). 

Por no querer venir. Por no querer ir. Sabía que nunca ocurriría ese cúmulo de casualidades que hicieron que se conocieran. No. No llegó a ocurrir nunca. La distancia fue corta, tan corta ...  Media hora. Ese fue el tiempo que no nos unió. 

miércoles, 12 de marzo de 2014

Las caricias del alma




Hace un poco de viento, es sutil, pero es variable. Cambia constantemente de dirección y de intensidad. He pensado por un momento que era tu alma la que me acariciaba constantemente y me decía que estabas aquí, conmigo. Que te apetecía jugar y que notara tu presencia. Que me tocabas para animarme todo el día. Sí. Sé que eres tú, porque me he acordado de ti nada más sentirlo. 

Te has enredado en mi pelo y lo has movido como se te ha antojado. Porque hoy estás juguetón. Porque hoy estás bien. Y eso lo noto. Y como una caricia te has paseado por mi cuerpo. Por un momento has pensado en mi. Me has hecho sonreír. Porque te noto libre, haces y deshaces a tu antojo. No quiero equivocarme. Sé que eres feliz y has venido a contármelo aunque no puedas hablar. Tu alma me lo cuenta.

Cuando no estés bien me mandarás una nube gris, o un viento huracanado, o unas gotas de lluvia. Eso es así. Tú sabes cómo explicarme cómo te sientes. Tenemos esa conexión especial que hace que nos comuniquemos sin palabras, sólo con miradas. Pero cuando no hay miradas me mandas tu alma. 

Cielo, espero que sigas bien durante mucho tiempo, y que tu alma venga a contarme tus historias desde la distancia. 

martes, 4 de marzo de 2014

La telaraña




Caminábamos al azar, por lugares diferentes. Lejos el uno del otro. O estábamos cerca, pero sin mirarnos, sin hablarnos. Sabiéndonos sólo conocedores de las historias de nuestro entorno. Tus historias me venían de tan de lejos que ni siquiera las escuchaba. Sin ti no hay pasado, ni presente ni futuro. 


Aquella telaraña en la que quedamos atrapados fue la que hizo que nos conociéramos, cuando en otras circunstancias habría sido imposible, ya sea por timidez mía (en caso de que nos hayamos cruzado alguna vez) o por lejanía. Supe que eras un persona interesante, inteligente, cabal. Sí, esa persona eres tú. Y quizás te conté mis cosas y tú las tuyas. O puede que no. 

Tantos hilos se cruzaron que los usábamos para llegar el uno al otro. Nos ayudábamos para que no nos devorara la araña. Luchamos para seguir adelante y vencer los obstáculos. Y lo hicimos en algunos casos. Otros están pendientes. 


En ocasiones corríamos en círculos en direcciones opuestas dentro de la misma red, la recorrimos entera y por momentos nos reencontramos. Nos saludábamos y seguíamos corriendo. Pero cada vez nos enredábamos más y nos costaba movernos dentro, hasta el punto de detenernos y dejar de pelear. Momento que podría aprovechar la araña para atacar y devorarnos. 


Sin saber muy bien cómo, rompimos nuestra prisión y caímos libres al suelo. Corrimos despavoridos. No vi dónde fuiste. Ni tú hacia dónde corrí yo. Nos perdimos. Nos alejamos. Volvimos al punto inicial, donde caminábamos al azar, por lugares diferentes. Lejos el uno del otro.


¿Te acordarás de mi? ¿Te olvidaré? 


Dedicado a todas aquellas personas que en algún momento ha coincidido conmigo en una red social, foro, chat, etc y me ha regalado un pedacito de su vida. 

viernes, 14 de febrero de 2014

Volar o encerrarse.

Empecé a escribir esta entrada con serenidad, pero a medida que entrábamos en este día que es especial para mucha gente me he ido hundiendo. No sé cómo acabará esto. Sólo quiero desahogarme otra vez. Llorar otra vez. Pero me siento mal porque ha pasado muy poco tiempo desde la última vez; y eso quiere decir que no se curaron las heridas por completo y se ha abierto la brecha. 

A veces es más fácil ver las cosas desde fuera, porque así no se pierde objetividad. Una historia similar a la mía me hace abrir los ojos. ¿Seguir abriendolos o cerrarlos del todo? 

(Borrador de una historia escrita el 14 de febrero de 2014. Lo publico tal y como lo escribí, sin recordar cómo lo habría acabado en su momento). 

jueves, 6 de febrero de 2014

Lágrimas desconsoladas

Debe ser eso. Mi querida depresión ha venido a verme. Para que vuelva a hacer lo que suelo hacer de vez en cuando. Para que me aísle del mundo que me rodea. Para que me aguante las ganas de llorar consiguiendo que me ahogue con el nudo en la garganta que crece con las horas. Para que me calle. Para que tú pienses que me he enfadado contigo. Para que me lea entradas que escribí hace años y recuerde los malos ratos que pasé, y los buenos, aunque todos cargados de lágrimas. Lágrimas que salen ahora cuando estoy sola, porque así lo he querido yo. Porque no quiero que me veas llorar. Porque no quiero que me consueles. Porque no quiero que te sientas mal por mi. Simplemente necesito llorar. Llorar y escribir. Y espero que estés conmigo en los buenos momentos. Como siempre. Pero este momento es mío. Es mi frustración, mi malestar. No quiero contagiarte. 

He vuelto a tener miedo. Miedo a equivocarme, a perderte, a hacerte daño, a sufrir. Tengo miedo de que me necesites y no pueda ayudarte. Miedo a que no me necesites. Miedo de tomar la decisión inadecuada. Lo reconozco: soy cobarde. 

Y leo cada entrada que escribí y me doy cuenta de lo que perdí. Y lo que gané. Me comentan lo fuerte que soy, que si estoy hecha de otra pasta. No es así. Yo sigo con mi sonrisa de papel intentando que tú no pierdas la tuya. Porque me importas. 

Y no puedo dejar de llorar mientras escribo porque mi garganta tiene muchos nudos que hay que deshacer. Está llena de lágrimas pendientes de otros días. Está llena de palabras a medio salir. Está llena de horas de soledad. Llena de frustraciones. 

Suelo llenar mi garganta poco a poco, de una forma más o menos constante. Hasta que rebosa. Es entonces cuando digo que me siento autista. Me aíslo. Te evito. No te hablo. Aunque en mi interior me gustaría contarte todo lo que me está pasando por la cabeza en ese momento, mi timidez me separa todavía más de ti. Huyo de ti. Quiero que me dejes tranquila. Pero también te necesito a mi lado. Es mi parte infantil, que no quiero borrar de mi cabeza. 

Estos meses atrás me vienen a la cabeza situaciones de diferentes etapas de mi vida, tanto buenas como malas. Cosas que creía olvidadas pero que ahí están. Seguro que influyeron de alguna manera en mi desarrollo. Igual algún día las cuente, hoy no toca.

Ya no me quedan lágrimas por sacar (cosas del ojo seco). Mañana sacaré mi sonrisa de papel y pondré el contador otra vez a cero. Mañana desaparecerán temporalmente mis miedos. Mañana volveré a bromear contigo como hacemos siempre. Y te reirás conmigo y yo contigo. Un día tras otro. Hasta la próxima saturación de lágrimas. Ahora se llena más despacio. Eso es un hecho. 

Hoy sentía cómo mi identidad se desvanecía por momentos. Cómo cambiaba una y otra vez. Ahora soy fuerte, ahora débil, ahora me he anulado por completo. Y no aguanté más. Y leí frases hermosas que no me apetecían leer y entristecieron más. Y necesitaba este momento de desahogo íntimo. Y necesitaba escapar de ti para dejarte fuerte, tal y como eres tú. Porque no quiero que estés  mi nivel. Si empequeñezco demasiado, estarás ahí fuerte para tenderme una mano. Si me hago fuerte te ayudaré a subir un nivel. Pero no bajes. No te hundas conmigo. 

Ahora me siento bien.