martes, 19 de agosto de 2014

En silencio



Me miraba en silencio, sin articular palabras. Algo había cambiado, o no, pero se estaba manifestando otra vez. Ya no me explicaba sus cosas. Tampoco lo hacía yo. Era un hecho. Sólo había un tema en común sobre el que hablar: lo mal que lo hacíamos cada uno con la educación del hijo en común. Nada más.

Cuanto menos tiempo juntos mejor. Por las tardes me decía que me fuera por ahí a dar una vuelta sola o con el niño. Prefería llevármelo para evitar que pasaran un mal trago cada uno. Total, si se quedaban solos tampoco le iba a dedicar el tiempo necesario.

Cada vez más separados en la cama, cada uno en una esquina, y lo más alejado posible. Cada vez menos tiempo juntos, porque yo me acostaba lo más tarde posible, y él se levantaba temprano. 

En la era de las comunicaciones, la nuestra había fallado. Él con su ocio, yo con mis palabras que compartía con otras personas. ¿Para qué hablar con alguien que me responde enfadado o a la defensiva? 

Callo porque no sé expresarme. Y callo, porque no me va a escuchar.

Me duele, porque sé que se acerca el fin de nuestra historia. Y me duele, porque alejaré a un hijo de su padre. Y lloraré. Y mucho. 

Con las dudas del futuro incierto camino cada día en silencio. ¿Aguanto así el resto de mi vida? ¿Me voy e intento ser feliz? 

Y me anudo un poco más la garganta. Un nudo más. Una lágrima más en la reserva. Hasta la próxima vez que me de por sacarlas todas a la vez. 

Lloraré a escondidas, como siempre. Lloraré en silencio.


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