domingo, 9 de noviembre de 2014

Cristales rotos





Podría ser el momento de empezar a andar por cristales rotos hasta desangrar completamente. Los primeros pasos serán los más dolorosos, los más lentos; los que me harán parar e incluso plantearme si retroceder. Los que más miedo me darán.

Pero a medida que se me claven los cristales, que se me abran nuevas heridas, me olvidaré de las otras heridas, las del alma. Muchas veces me he preguntado: ¿qué dolerá más, el alma o el cuerpo?

Sangraré. Me desangraré dejando señales de mi paso por esa vida. A medida que avance habrá cada vez más gotas del rojo carmesí. Más densas. Habrá más heridas, más profundas, y más sangrantes. El dolor físico conseguirá que me olvide del dolor del alma. ¿Cuánto tardaré en olvidar? ¿Cuánta sangre habré perdido?

Seguiré andando, cada vez más rápido, sabiendo que no podré olvidar, de que no podré parar de andar, de que me desangraré. Perderé fuerzas mientras avance yo, pues no se parará la hemorragia. Se debilitará mi cuerpo. No liberaré la mente.

Continuaré caminando, con el convencimiento de que no lo olvidaré, de que moriré.

¿Lo sabrá él?

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