miércoles, 3 de diciembre de 2014

Tan grande, tan lejos.

Fue tan grande amarte y sentirme amada con la misma intensidad que te amé yo.  Fue tan intenso. 

Nunca pensé que podría volverme a enamorar con 40 años. Pensé que era cosas de adolescentes, pues desde los 20 años más o menos no sentí nada igual por ningún otro hombre. Me convencí que el amor era producto de las hormonas. Algo químico. Pero no.

Me enamoré perdidamente de ti. Desde que te conocí. Tú eras, mejor dicho, eres, el hombre de mi vida. El que me dio la esperanza de luchar por una vida mejor. Una vida de ilusiones. 

Mi cielo. Mi vida. ¿Cuántos corazones me mandaste? ¿Cuántos te mandé? Muchos. Un año de amor, de los cuales 8 meses fueron correspondidos. Te hicieron fuerte.

Esperé. Esperé a tu liberación. Esperé. Y me até mientras te esperaba. Y te perdí. Porque has encontrado el que parece ser el amor de tu vida. Ese que te hace feliz. Y no era yo. 

Me dueles. Me dueles mucho. Te lloro tanto. Te amo tanto. ¿Cuándo dejaré de amarte? Creo que nunca. 

Me faltó que me amaras, que me acariciaras, que me enseñaras qué es hacer el amor. 

Tantas confidencias. 

Finalmente me contaste que ibas a pasar el día con el amor de tu vida, con tu novia. Me acabas de decir que nunca le has ofrecido tu amor a nadie, tan fríamente que no puedo dejar de llorar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te apetece comentar algo, adelante. Eres libre.